Escrito por: Mi Berlín

«Berlín es sinónimo de comienzo”

Bahnhof

MAITE PONS

Tras mucho pensar y darle vueltas a esa pregunta, creo que la respuesta más sincera y personal que puedo dar es ésta: Berlín es sinónimo de comienzo. Y, si me apuran, de reencuentro. Yo no me lo pensé demasiado. Me llevó cuestión de minutos. Un viaje en metro y al salir de nuevo a la calle la decisión que había de cambiar el rumbo de las cosas estaba tomada. No podría explicar cómo fue. Hay ideas tan claras que no necesitan un porqué o un cómo. Eso vendría por sí solo. El caso es que un mes después estaba  aquí. Era septiembre, lo que para algunos es el verdadero año nuevo.

Ésta es una gran ciudad repleta de personas con una cosa en común: un capítulo con el mismo título. En mi caso, no se trataba de venir a la ciudad de mis sueños, sino como le pasa a muchos: ir en busca de algo sin saber exactamente el qué. Huir, escapar hacia lo desconocido sin saber si es lo que realmente quieres, con la única certeza de que toca moverse y dar un paso más. Ahí dejé atrás mi estimada Barcelona y emprendí rumbo a mi nueva vida en Berlín.

Y como lo cuento, cada día llegan personas a esta ciudad esperando algo, buscando algo a lo que agarrarse y dispuestas a empezar ese nuevo capítulo que no siempre saben de qué irá. Así veo yo Berlín.

Después de lo que sería algo más de año y medio, era de esperar que acabara apreciando algunos lugares como propios por la manera en que me cautivaron la primera vez… Ése es mi Berlín, y ahora es cuando paso a compartirlo narrando lo que para mí sería un día redondo. 

Un día redondo – día

Ese día comenzaría apurando un buen café de camino a la búsqueda de nuevos hallazgos en algún mercadillo típico berlinés como podría ser Mauerpark o, ahora que me he convertido en una incondicional de Friedrichshain, el de Boxhagener Platz. Si Mauerpark me gusta por lo inmenso que es y lo lleno de gente que está, el de Boxhagener me atrae por todo lo contrario, ya que es algo recogido y tiene un aire vecinal encantador.

En ninguno de los casos tomaría el transporte público, pues aprovecharía un día soleado (y mi día es soleado, al menos de momento) para disfrutar de una de las mejores cosas que tiene esta ciudad: su street art. Me alegra la vista, y en un buen paseo siempre acaba por encontrarse algo nuevo que fotografiar. Porque el arte de las calles de Berlín es el alma de esta ciudad; el hecho de poder ir caminando tranquilamente y pararte sorprendida a contemplar una fachada que es una pura obra de arte, como ocurre en la Kreutziger Str. Y eso sólo por poner un ejemplo.

Después optaría por continuar en bicicleta hasta cualquiera de los parques de la ciudad, como podría ser Görlitzer, y dejarme caer en la hierba mientras mi perra juega o me hace compañía. Un parque la mar de grande y con nada de especial aparentemente, salvo porque abandona dicha simplicidad en cuanto se inunda de la personalidad berlinesa que es su gente, con su música y su bebida y sus compañías caninas, y toda la alegría del mundo. Para mí es un parque feliz, así de sencillo. Otra buena alternativa es Tempelhof, donde los animales tienen un espacio propio y puedes dar un paseo por lo que antes eran las pistas de un célebre aeropuerto. Un lugar con mucha historia a sus espaldas que cerró para acabar convirtiéndose finalmente en un parque.

Normalmente comería cualquier cosa, pero ya que el tema va de recomendaciones, el Santa María (Oranienstrasse 170) tiene unos burritos vegetarianos deliciosos. No tomaría postre, pues prefiero reservar el último espacio en mi estómago para el que sin duda se ha convertido en uno de mis sitios favoritos en la ciudad: Cupcake (Krossener Str.12). El nombre no deja lugar a dudas. Sólo diré que pasar por allí cada día pone a prueba mi fuerza de voluntad. Mi rincón cercano y el primer descubrimiento al mudarme. Un refugio dulce para los días malos.. y para los bueno días aun más.

Un día redondo – tarde

La tarde estaría repleta de posibilidades, todas muy tranquilas. El tiempo aquí tiene una merecida reputación de inestable, y una tarde lluviosa (de las que abundan en esta época del año) es perfecta para pasarla en un museo. Después encontraría un lugar agradable en el que tomar café y leer un buen libro. Hay algo de lo que rebosa Berlín: cafés monísimos. Y porque estoy contando un día visiblemente veraniego, porque en un día de invierno me reduciría a ir a una cafetería y quedarme observando la nieve caer a través de la ventana. Es pura poesía.

Recomendaría quizás algo inusual: pasear por uno de los muchos y bellos cementerios repartidos por la ciudad. Puede resultar algo extraño en principio, pero si necesitas un rincón para hacer un break del imparable movimiento berlinés, nada mejor se me ocurre que entrar a pasear en un cementerio. Mejor si es a principios de otoño, cuando las hojas ya han comenzado a caer. Silencio y tranquilidad, y muchos entre los que escoger.

Uno de ellos es el que hay en Schöneberg (Stubenraucstraße 41-45), donde está enterrada Marlene Dietrich. Lo que inevitablemente me hace pensar en el cine. Siempre una opción agradable para la tarde, sobre todo en Berlín, donde se puede disfrutar de ciclos del mejor cine, por ejemplo, en el Kino Babylon (Rosa-Luxemburg-Str. 30). Cuando se tiene pasión por el cine, como es mi caso, es inaceptable pasar por alto la oportunidad de disfrutar de un clásico como Nosferatu con música en directo a cargo de una orquesta.

Un día redondo – noche

La noche no se quedaría corta en cuanto a alternativas… En verano siempre habría un grupo de amigos haciendo barbacoa en el parque, y cuando se agotara la última cerveza, la ciudad cuenta con mil y un garitos. Optaría por Madame Claude (Lübbener Str. 19), donde la música es buena y los muebles cuelgan del techo. Y si el ánimo acompaña haríamos de camino una parada en un Photoautomat. ¡Los amo! Pocas cosas hay más típicas que ésa y, sin embargo, es algo que mantiene el encanto, eso es innegable. En toda ciudad debería quedar al menos un par de fotomatones analógicos.

Cierre

No puedo acabar sin hacer referencia a una de las cosas que más me encantan de Berlín, y es que siempre queda algún lugar único en el que hacer una pequeña excursión acompañada de la cámara de fotos. ¿Mi preferido hasta el momento? Teufelsberg. Una combinación perfecta de arte, historia, naturaleza, alma e incluso aventura por el simple riesgo de adentrarnos en un lugar vallado… aunque lo hagan otras diez personas más el mismo día. Es una especie de Berlín dentro de Berlín.

Y por último, sólo me queda decir, en mi empeño por definirla, que hay ciudades en las que no puedes instalarte y punto. Son ciudades que de alguna manera viven contigo, con las que puedes llegar a tener una verdadera relación de amor y odio, de ésas que no dejan indiferente. Berlín para mí, es ese tipo de ciudad.

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Maite Pons para Berlín Amateurs © abril 2013
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