Escrito por: Mi Berlín

“No es lo mismo huir que no querer quedarse”

Aida Abdulah berlin

AIDA ABDULAH

conquistar.

(Del lat. *conquisitāre, de conquisītum, ganado).
1. tr. Ganar, mediante operación de guerra, un territorio, población, posición, etc.
2. tr. Ganar, conseguir algo, generalmente con esfuerzo, habilidad o venciendo algunas dificultades. Conquistar una posición social elevada.
3. tr. Dicho de una persona: ganar la voluntad de otra, o traerla a su partido.
4. tr. Lograr el amor de alguien, cautivar su ánimo.

Berlín comenzó a ser un poco mi Berlín en los 25m² de una habitación de alquiler en el Scheunenviertel. Cuatro paredes y unos techos altísimos donde contener todas mis ganas de perder al mundo de vista por un rato. La moqueta era azul claro. Junto a la cama, enorme y solitaria en un rincón del cuarto, colgué un póster de una exposición antigua de la Bauhaus con un corazón negro sobre fondo rosa que me ayudó a amortiguar el eco.

Berlín fue sobre todo una nueva forma de ver la vida

Porque no es lo mismo huir que no querer quedarse, Berlín fue sobre todo una nueva forma de ver la vida. Mi primer intento por sacar la nariz del agua y patalear rápido y fuerte hacia arriba. Y porque a pesar de que a lo largo de estos años he desarrollado una fobia cero recomendable hacia fenómenos meteorológicos como la nieve o las avalanchas de alemanes, he perfeccionado el noble arte del “laissez faire, laissez passer”. Y creo que me gusta que sea así.

Mi edificio no se parece mucho a lo que un día debió ser ni conserva impactos de bala en la fachada, como muchos otros en mi calle. Siempre me ha impresionado el nº 28 de la Grosse Hamburger Str., porque además ahora es una juguetería preciosa, y está al lado de la Jüdische Oberschule, la escuela de la comunidad judía con escolta permanente y vigilancia policial. Tal vez por eso mi bici sigue intacta en el Hof cuando me voy a trabajar por las mañanas.

En Mitte todo tiene cabida

A pesar de la opinión generalizada de que Mitte es reducto de turistas, pijos y gente con pasta, en mi barrio se respira una mezcla de decadencia relajada y modernismo integrado en el que todo tiene cabida: las abuelitas “ossies” fumando en las repisas de ventanas adornadas con medias cortinas, las putas de la Oranienburger Str. subidas a sus plataformas de cosmonauta y los yuppies más trendy a los que de tanto en tanto me encuentro en la panadería Balzer (Sophienstr. 30), una de las pocas que quedan en Berlín y donde me encanta ir cada Croissamstag a comprar el desayuno. Un clásico, el milhojas relleno de crema que ellos llaman “Napoleon”, a saber por qué. Las abuelas que te atienden hacen la suma de cada panecillo y lo que sea de cabeza. Siempre pienso que a ellas no las pillará el alzeihemer.

Cuando llega el verano, sobre todo, me gusta salir a desayunar al Strandbad Mitte (Kleine Hamburger Str. 16), sentarme en una mesa al solecito y leer tranquila ignorando a los mega-cools que desayunan-comen-cenan-duermen con el mac pegado al culo y hablan por el manos libres como si fuesen corredores de bolsa. Y normalmente tengo suerte, porque minutos antes de que llegue la “familia tipo”, él de 40 y largos, ella pasados los 30, dos niños rubios, a berrido limpio, descontrolados y cansinos, consigo la “Rechnung, bitte” y pienso que la vida a los 35 sin descendencia no es tan terrible.

Por las cuatro o cinco calles de mi “Ecke”

Como siempre me apetece comprarme algún libro, me paso por la librería do you read? (Auguststr. 28) donde puedes encontrar lo que quieras: libros y revistas especializadas, incluso números atrasados de arte, fotografía, música, arquitectura, moda, diseño, cultura urbana, life-style… el sueño de todo ser humano en fin de semana, millones de libros y tiempo para leer.

En las cuatro o cinco calles de mi “Ecke” hay un montón de galerías donde los artistas de Mitte exponen sus pinturas, esculturas, instalaciones de luz, maquetas, exposiciones temporales de diseño… desde luego no te aburres en un día libre, que puedes terminar en una de mis favoritas, la galería-museo ME Collectors Berlin, en el 68 de la Auguststr., un espacio inmenso que combina un café en el que puedes celebrar eventos privados con salas de exposiciones y un mini-museo de las maravillas.

Pero lo que más me gusta de las calles de mi barrio es que dan cobijo a momentos y personas que tengo atrapados en el corazón para que no se escapen. Recorrerlas es caminar con ellas y volver a disfrutarlos, como las tardes en el Bode-Museum con Jens (Am Kupfergraven 1, Museumsinsel), entre esculturas, retablos del S.XII y clases de alemán, o la Sophienkirche (Grosse Hamburger Str. 31), de la que siempre me contaba que Martin Luther King en un Berlín ya dividido dio una misa el 13 de septiembre, el día de su cumpleaños. La verdad es que lo echo de menos cada vez que paso por delante.

De Monbijoupark a Lustgarten

Al otro lado de la Oranienburger Str. está el Monbijoupark, un parque grande y copado de gente en verano a orillas del Spree donde puedes tumbarte durante horas y sentir que la vida tiene sentido. Yo soy muy aficionada a los drinknics de cumpleaños sobre mantelito de cuadros con amigos y tarta hasta las tantas.

Cruzando el puente hacia el Lustgarten, se encuentra la Berliner Dom (Lustgarten 1), que es todavía más grande y más “Dom” si la miras desde el césped con PJ Harvey en los cascos y las manos en los bolsillos del abrigo. Es increíble lo vacío que puede estar Mitte un día cualquiera de otoño a esas horas.

Que las huidas son siempre hacia delante es algo que ya sabía. El viaje, un vuelo entre hipidos y mocos mezclado con algún momento de semi-inconsciencia en el que creo que dejé de llorar. Al bajar del S-Bahn en Alexanderplatz me acuerdo de Cary Grant en Encadenados: “sécate las lágrimas, nena y pisa fuerte”, mientras le doy un par de mordiscos desganados al bocadillo que “bitte schön” me acaban de servir. Hagan juego señores.

Aida Abdulah para Berlín Amateurs © mayo 2012
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