Aún quedan en Berlín negocios familiares que han sobrevivido al tiempo, a dos guerras mundiales y al empobrecimiento y posterior levantamiento de la ciudad. La Konditorei Buchwald es uno de ellos. Esta pastelería es toda una institución: fundada en 1852 en Cottbus, se traslada a Berlín a finales del siglo XIX para poder cocinar con hornos de gas. Y es que es necesario un fuego muy potente para hornear Baumkuchen, un pastel seco, hecho en capas y muy apreciado por el rey prusiano, cuya administración le concedió a la Konditorei el título de Hochlieferant (una autorización real de enorme valor). Así al Baumkuchen también se le llama Königskuchen («pastel de reyes»). Orgullosa cuenta la historia de la pastelería su actual dueña, Frau Kantelberg, cuarta generación repostera.
A la pastelería se puede llegar desde Moabit tras un paseo por la Holsteiner Ufer, en la curva que el río Spree dibuja junto al Hansaviertel. Esta parte del barrio, de impecables edificios burgueses de fin de siglo con jardín posterior, contrasta sin duda con los edificios vanguardistas construidos para la Interbau de 1957. Aunque sin duda el camino más rápido es desde la estación del S-Bahn de Bellevue, a pocos metros de distancia.
El local sorprende por su tranquilidad –me recordó a los cafés de abuela del sur de Alemania– y por el ambiente familiar. Acuden clientes de todas las edades, aunque a la hora del Kaffee und Kuchen predominan la mediana y tercera edad. Un par de mesas con jóvenes ruidosos ponen el contrapunto. La decoración es tradicional con papel pintado en la pared, lámparas de tulipa y cuadros con fotos de hace décadas. Aunque lo que hace más especial la experiencia en Konditorei Buchwald son las camareras –todas mujeres– que te tratan con enorme familiaridad y te explican con gran detalle los ingredientes de las tartas.
Y es que en la producción de tartas es donde este local mejor puntúa: desde la fantásticamente suave tarta de trufa, pasando por las tartas de mazapán y sin olvidar el Baumkuchen (que admito no es mi favorito; prefiero los pasteles húmedos), la selección es estupenda; solo las tartas de Bierhimmel en la Oranienstr. pueden hacerle competencia. Los precios no son elevados y el café, bueno, el café se prepara al más puro estilo alemán: tiene su público, oiga. Para gente como yo mejor un Darjeeling con leche.
Sorprendente es que tengan una báscula en el baño, de cuyo uso intuyo que la mayoría prefiere abstenerse. Pero, si la gula te puede, llévate a casa alguno de los cientos de pasteles que tienen ya envueltos en el mostrador. Ah, y si el tiempo acompaña y tienes la suerte de encontrar mesa, la terraza exterior es totalmente recomendable. Sentado junto a una de las diminutas mesas puedes disfrutar de tu pastel y ver y oír los barcos pasar. Y es que los tiempos cambian, pero en Konditorei Buchwald te hacen sentir como todo un König.
Te encantará: si buscas un lugar tranquilo en el que tener una cita elegante con tu amado o tu amante furtivo. O con alguna vieja amiga. También para quien quiera disfrutar de una pastelería tradicional berlinesa o para quienes estén hasta el gorro de los lugares minimalistas con paredes blancas y precios desorbitados.
Lo odiarás: si andas buscando un Latte Macchiato que fotografíar para luego ponerle filtros. O si buscas algo hype, decadente o lo que consideras taaaan Berlín. O si simplemente querías comer algo salado.
De lunes a viernes de 8 a 18h
Domingos y festivos de 9 a 18h
SOBRE EL AUTOR:
Asentado en Berlín desde 2011, trabaja como periodista en la radiotelevisión pública de Berlín-Brandeburgo (RBB) y colabora con medios alemanes. Ha sido productor digital en la edición digital del semanario alemán Die Zeit, creador y estratega de contenidos en idealo y anteriormente trabajó en una agencia de relaciones públicas y en la edición digital de BILD.
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