Escrito por: Actualidad Imprescindibles Sociedad

El sueño alemán: testimonios

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España se ha convertido en un país carente de perspectivas y turbio futuro. Los nuevos Gastarbeiter de Alemania son ahora la joven élite universitaria europea que procura un interesante impacto a la economía del país. Mientras la tasa de paro alemana se sitúa en el 5,6 por ciento, la española sobrepasa ya el 27 por ciento. Quizá por eso casi 30.000 españoles se instalaron el año pasado en el país germano (un aumento del 45 por ciento, estima la oficina de estadística estatal), donde según se difunde masivamente, la mano de obra escasea. Se informa hasta el hartazgo que Alemania dependerá en el futuro de los inmigrantes y que por ello el país debe reclutar más profesionales extranjeros cualificados. Sin embargo, la falta de personal se limita generalmente solo a algunos sectores: ingenierías, informática o personal sanitario. La experiencia alemana cautiva, pero no hay que perder de vista que el sueño alemán puede desvanecerse de golpe o convertirse fácilmente en una auténtica pesadilla.

Con el fin de fomentar y apoyar la movilidad transnacional entre los dos países, las administraciones de trabajo españolas y alemanas cooperan estrechamente en la red EURES –a través de sus infraestructuras y servicios dispuestos en Internet–. Los comunicados del portal (www.eures.europa.eu) –efectuados en diferentes lenguas oficiales de la UE– recogen información acerca de ferias de trabajo o eventos informativos para empleados de los dos países. También es posible obtener información sobre las condiciones de vida y de trabajo en Alemania, así como de los servicios de las administraciones de trabajo, en www.ba-auslandsvermittlung.de y www.arbeitsagentur.de.

Dos casos de inmigración española en Berlín

Pepe Martínez (Santa Pola, 1983) es ingeniero civil y trabaja actualmente como Site Manager Business Unit Rail Treatment para la multinacional austriaca STRABAG AG. Su salario anual sobrepasa los 60.000 euros brutos. Reside en Alemania desde marzo de 2011, aunque había estado aquí en 2007 gracias a una beca Erasmus. “Por supuesto, me vine por la crisis. Y ojalá hubiese venido antes; en estos dos años y medio he visto crecer mi carrera profesional a pasos agigantados”, comenta satisfecho. “Siento que valoran mis cualidades personales tanto como las profesionales”. Sin embargo, reconoce que la llegada y los primeros meses no fueron un camino de rosas. “Ha costado, pero todo esfuerzo tiene su recompensa y creo que la mía está llegando ahora”.

Elsa Mirapeix (Madrid, 1982), licenciada en derecho y freelance actualmente en paro, llegó a Alemania hace tres años. Vivir en Berlín le ha servido para decantarse profesionalmente por el mundo del arte. “Cuando vine, la crisis en España estaba empezando y no tuvo nada que ver en mi decisión. No sabía qué hacer con mi vida y decidí perder el tiempo en Berlín y aprender un idioma”, bromea. Viaja con regularidad a España, donde cada vez la cosa está peor, sostiene. “La realidad es triste, pero lo cierto es que en España hay muy pocas opciones”. Desde una perspectiva estrictamente laboral Alemania ofrece más alternativas, afirma. A corto plazo, Elsa busca trabajo. Tras haber finalizado un curso especializado en Fiction Producer, el año que viene quiere producir su propia Webserie.

Guerra de estereotipos

En su trabajo, Pepe tiene contacto frecuente con gente procedente de toda Alemania y Suiza y romper con los tópicos españoles se ha convertido en una labor constante. “Muchos al decir que eres español te sueltan lo de ‘siesta, sangría y fiesta’. Es normal y entendible, es lo que vendemos, desgraciadamente”. Su batalla diaria consiste en demostrarles que los jóvenes españoles “somos modernos, europeos, responsables y trabajadores”.

En cuanto a percepción de clichés alemanes se muestra tajante: “En Alemania hay de todo como en España. ¿Cómo percibíamos los españoles a los inmigrantes en los años de bonanza?”, nos pregunta. El alemán medio desaprueba a los inmigrantes que llegan sin ningún tipo de preparación, sin conocer el idioma, cuya misión es obtener una ayuda social, explica. “Por el contrario, valora y aprecia a los inmigrantes que llegan con estudios y el idioma aprendido de casa. Sí he notado, a pesar de todo, que aún existen ciertos tópicos: religión, fiesta, siesta y buena vida; esos clichés tan de la ‘marca España’”.

Aunque Elsa considera que el carácter alegre español se complementa con el alemán, percibe un rechazo –no generalizado– hacia los españoles. “La sociedad alemana es de por sí cerrada y Berlín es una ciudad muy compleja. Además, estamos mediatizados y la política influye. Igual que en España hay un rechazo creciente hacia lo alemán, en Alemania hay un rechazo creciente hacia lo español, pero honestamente, en el día a día, lo que acuerden entre sí la señora Angela Merkel y el señor Mariano Rajoy a mí me repercute más bien poco”.

Búsqueda de trabajo, ayudas sociales y Hartz IV

Conviene saber que el gobierno alemán hace distinciones entre los migrantes Akademiker (titulados universitarios) y los no Akademiker, subraya Pepe. “Si eres Akademiker te tratan de otra forma y si eres ingeniero te tratan aún mejor. Todo son facilidades para que encuentres un empleo. Lo que sucede con los no Akademiker me es totalmente desconocido”. A los que no cuentan con titulación superior, el Estado alemán, a través del Centro de Mediación para Extranjeros (ZAV), les ofrece ayudas mensuales, además de subvencionar vuelos y mudanzas de los españoles menores de 35 años que hayan obtenido un contrato de formación profesional.

Elsa sabe que el gobierno alemán ofrece diferentes ayudas a los ciudadanos comunitarios y que los españoles que residen en Alemania tienen el mismo derecho a ellas que otros europeos. “Pero también sé por propia experiencia, que el acceso a esas ayudas se está complicando. El gobierno aplica una política económica interior cada vez más proteccionista”. También matiza que en España, en lo que ser refiere a derechos sociales, “no teníamos mucho de lo que avergonzarnos… hasta ahora”; las políticas que se aprueban restringen cada vez más derechos. “Recortes, recortes y más recortes”.

Cualquier ayuda social, por mínima que sea es buena. “No obstante, las razones que las determinan, el acceso a las mismas y el reproche social que conllevan me parecen una aberración”, recalca Elsa. La ayuda más extendida, “y por ende la más impopular”, se conoce como Hartz IV (subsidio básico) o Arbeitslosengeld II que garantiza el derecho de toda persona mayor de 15 años con residencia permanente en la República Federal Alemana a unos mínimos, “muy mínimos, la verdad y conlleva aparejada un montón de obligaciones. No es fácil vivir del Hartz IV y menos en Berlín, la ciudad con el índice de paro más alto del país”.

Pepe tampoco se opone a las ayudas sociales; se muestra encantado de pagar impuestos sabiendo que se utilizan para ayudar a gente que lo necesita, “permitiendo así que todos tengan su oportunidad de mejorar en la vida”. Aunque considera que habría que controlarlas más, luchar contra el fraude. “Hay gente que cobra una ayuda social y al mismo tiempo trabaja unas horas en negro para no tener que matarse mucho. Me parece una situación muy egoísta”.

También conoce algún amigo que ha tenido que solicitar la prestación Hartz IV y la primera frase de la funcionaria del Jobcenter fue ¡vuélvase a España! “Pero se la dieron y actualmente estudia con una beca del gobierno alemán”. En Alemania los inmigrantes tienen acceso a ayudas sociales, a cursos de integración de alemán o la posibilidad de estudiar gratis en cualquier universidad, una vez superado el examen de alemán. Sin embargo, cada vez más las autoridades dificultan las ayudas sociales a los inmigrantes europeos. “En cualquier caso, en España no se trata tan bien a los inmigrantes”, señala.

Desde el punto de vista de Elsa, el alemán es un sistema bastante perverso. “No es fácil entrar ni salir de él. Pero es el que hay. Yo tuve que recurrir al Hartz IV el invierno pasado para tener acceso a un seguro médico y todavía no he conseguido salir”. El Jobcenter, la institución alemana encargada de asistir en la búsqueda de trabajo a las personas carentes de recursos, se le antoja como un grandísimo agujero negro. Las personas sin trabajo, pero con ciertos recursos, por lo general son recibidas en la Agentur für Arbeit (Oficina Federal de Trabajo). Sin embargo, la escasez de recursos económicos no es la única razón por la que una persona podría necesitar la asistencia del Jobcenter. “En mi caso, por ejemplo, estuve trabajando casi dos años en un restaurante antes de solicitar la ayuda. Pero los contratos que se ofrecen en gastronomía son, por lo general, de Minijob –y salario mínimo–, es decir, que no cubren ni seguro médico ni derecho a prestaciones por desempleo”.

Panorama laboral y fuga de cerebros

En Alemania, como en cualquier otro país, existen empresas de diversa índole. Pepe las cataloga de la siguiente manera: “Las tipo ‘Manolo y Benito’ y las ‘grandes’. Un español tendrá siempre más posibilidades en una ‘grande’. En una del tipo ‘Manolo y Benito’ no vale la pena trabajar. Pagan por debajo de la tarifa establecida, y no se crece profesionalmente. De esas también hay en España. Lo que pasa es que a menudo a mucha gente le conviene decir ‘qué malas personas son los alemanes que explotan a nuestros hijos’. El típico caso de ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio”.

En España sabe de algunos compañeros que ganan la mitad de lo que se cobraba antes asumiendo las mismas responsabilidades. Ante todo anima a aceptar propuestas de trabajo (a menos que las condiciones sean lamentables) cuando se llega a Alemania. “No estamos en posición de rechazar nada. Una puerta abre otra; con la experiencia adquirida en una empresa podremos trabajar en otra”.

También se observa cómo España actúa de forma totalmente errónea ante la fuga de gente preparada, indica. Se anima así a otros países a acoger a los españoles que deberían sacar de la crisis a España en la próxima década. “Es de locos. España debería mejorar la gestión de las oficinas de empleo”. Hace dos años y medio, cuando decidió venirse, nadie sabía qué trámites debía seguir para solicitar la exportación de su ayuda por desempleo a Alemania. “Falta información por parte de los organismos oficiales españoles. Si tanto se afanan en ‘echarnos’, al menos que lo hagan bien y que informen a la gente de lo que se va a encontrar aquí, a dónde debe acudir, dónde buscar empleo, qué lugar es el mejor para emigrar… y si sinceramente no les apetece hacer todo esto, que creen empleo para que volvamos todos a casa pronto”.

En lo que respecta a la Unión Europea, si bien considera que funciona, Pepe sugiere que se debería mejorar algo, crear un espíritu europeo. “Aquí todos estamos orgullosos de ser españoles, alemanes, italianos… o lo que sea, pero nadie se enorgullece de ser europeo, y me parece tristísimo. Si los gobiernos se hubiesen preocupado durante estos últimos 25 años de crear ‘el espíritu europeo’, a los alemanes no les dolería ahora tanto rescatar países y ni a nosotros nos dolería tanto irnos de España, porque al fin y al cabo somos solo uno y remamos todos en una misma dirección: Europa”. En cualquier caso, actualmente Pepe mantiene pocas expectativas fijadas en Alemania: “Ahora tengo la vista puesta en Suiza. Ellos también hablan alemán y son muy simpáticos”.

Desde su experiencia, Elsa por su parte recalca, sin embargo, que la óptica laboral no debería ser el único factor a tener en cuenta a la hora de hacer las maletas. El frío, la falta de luz y la soledad también juegan un papel esencial “y vivir en Berlín es una decisión no siempre fácil de mantener”. Además reconoce que nos dirigimos hacia un mundo cada vez más individualista en el que las diferencias sociales se acrecientan. “El complejo sistema social alemán es lento, kafkiano y un montón de calificativos adicionales, pero funciona. La sociedad alemana también está cambiando y adaptándose, en su propio beneficio y en detrimento nuestro, eso sí, a las nuevas circunstancias sociales europeas. En España no funciona nada; yo lo cambiaría todo, empezando por la clase política”.

Artículo de Paco Arteaga publicado en CAI en noviembre 2013 ©
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