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Amor, sexo, soledad y «apps» en Berlín: amo, luego existo

Thync App by Wall Street Journal

¿A partir de cuántas golondrinas se puede creer realmente en algo? ¿A partir de cuántas citas podemos hablar de relación sin tener que pasar por el bochorno adolescente de preguntarlo? ¿Diez citas, tres, veinticinco, Cincuenta primeras citas? Tonterías así aportan cierta relatividad a la vida. Como en El día de la marmota, D (hombre gay residente en Berlín) vive atrapado en su enésima primera cita, completamente ajeno a la sabiduría de Einstein: “Absurdo es hacer siempre lo mismo y obtener resultados diferentes”. La noción de un tiempo que transcurre de forma cíclica ha sido manejada por distintas escuelas filosóficas. Una interpretación muy conocida es la del eterno retorno de Nietzsche. Pasa exactamente lo mismo en un circuito neurótico, sin tener que salir ni siquiera de nuestras cabezas, que es precisamente lo que le ocurre a D, a menudo inclinado a repetir las mismas secuencias emocionales desastrosas de siempre. Al menos es consciente de que en las ocasiones en las que cabe temer de todo, es preciso no temer nada. Sabe también que no se enseña a amar. Que amar es una experiencia personal que solo podemos experimentar por y para nosotros mismos. Que requiere disciplina, concentración, paciencia, preocupación, constancia, trabajo. No es un capricho que nos apetece solo porque estamos en el estado de ánimo apropiado. Lo sabe también.

Eterno retorno: la reversibilidad de lo irreversible

¿Si bastó solo una semana para crear el mundo, por qué no iban a ser suficientes siete días para algo tan sencillo y deseado como crear el amor? I smile when I think back on how our world was created in 7 days. Day 1, the first call started it all. Your voice left me choice but to pursue. Nervous at the thought of meeting you left the outcome to chance. Day 2, comes that first glance. Day 3, the first dance. Day 4, the belly flutters. Day 5, the soft sweet-as-apple-butter kisses. Day 6, «this is crazy the way he makes me feel, girl». Day 7, my world is yours. Whose world is this? Yeah, you know It’s his.

Después de siete días de romance a bordo de un crucero por el Mediterráneo occidental y una semana de noviazgo fugaz en Viena con un médico suizo inmediatamente después, F (hombre gay residente en Berlín) ha conocido a Gabor en Tinder. Entre otros. “Esta semana voy a tener una cita cada día”. Ten una cita cada día con tu terapeuta, te irá mejor, le respondió P (hombre gay residente en Berlín). “Estoy exagerando; lo hago solo por escucharte… El francés sale de mi vida y entra Gabor. Y tiro porque me toca. Al final, los que importan son los que se van quedando por arriba”. No digas chorradas. “Chorradas que tú también dirías”. Haciendo siempre lo mismo, no esperes resultados diferentes… “Gracias por tu sinceridad, aunque no lo veo aplicable al amor. En cualquier caso, lo de Parship lo tengo en mente…”. ¿Por qué no pruebas a desconectarte un mes de todas las apps y del Laboratory-Berghain?

Para F, el sexo es la solución a todos los problemas de tipo emocional. F concibe el sexo como remedio infalible para todo, sin ser consciente de que con ello quizá solo camufla algunas carencias que no va a conseguir suplir, y cuya insatisfacción le impulsará a recurrir más al sexo todavía. No obstante, cuando le preguntan en Grindr qué busca, responde LIEBE, en vertical y en mayúsculas, para impactar al interlocutor. Siete días más tarde, ¿cuántas citas tendrá previstas F esta semana? “El otro día me crucé por la calle a Gabor, mi cita del lunes pasado. Iba con su padre y me lo presentó. Ya habíamos tenido sexo. Resultó ser no tan afeminado en la cama. El sexo estuvo bien, pero creo que tenemos muy pocas afinidades en común (valga la redundancia). Mi cita de hoy también la he sacado de Tinder”. Y después de esa primera cita: “Este es mi marido de Wolfsburg. Tengo un presentimiento. A ver cuánto dura. ¿Tengo tu venia?”. Vivimos atrapados en un déjà vu permanente. Loops. Círculos concéntricos sin principio ni final.

Esclavos de la libertad

¿Es posible amar sin depender? Aunque sea la aspiración máxima-máxima aspiración del siglo XXI, es prácticamente imposible. Nunca nadie, como hoy, había tenido tantas ansias de libertad desde la Revolución francesa. Hay una relación entre amar y depender que no muchos están dispuestos a aceptar. ¿Pero de qué sirven la soledad y la libertad si no tienes a nadie con quien compartirlas? Por suerte, hay cosas en la vida que no se pueden hacer solo, y no hablamos únicamente de follar. La libertad hoy en día se resume en mantener intacto el acceso a las apps mientras se vive en pareja. Otra dependencia muy de nuestro tiempo convertida, paradójicamente, en estandarte de la libertad.

Desde la visión críptica, un tanto agresiva y egoísta del amor que propone El Ser y la nada de Sartre —que a su vez se apoya en la Dialéctica de Hegel del amo y el esclavo—, la intención del amante no es poseer al amado como si fuese un objeto, como insinuara Erich Fromm; reclama un tipo especial de apropiación: la libertad del otro. De ahí que el amor para Sartre fundamentalmente devenga conflicto. Como otros pensadores, Hegel estableció la división natural entre dominadores y dominados, amos y esclavos, amantes y amados. Uno solo gana cuando el otro pierde algo; y solo es libre el que en el pulso del amor ha logrado apropiarse de la libertad del otro. No existe igualdad en el amor; es una lucha perpetua. ¿Te suena?

Poder y dependencia en las relaciones amorosas

“Amar es en esencia, el proyecto de hacerse amar”, afirma Sartre. Sin embargo, el amante no puede permanecer en su papel de esclavo, tiene que intentar dominar al amado. ¿Cómo? La respuesta sartreana es sencilla e intuitiva: mediante la seducción. Si el amante seduce al amado, conseguirá su amor. Pero seducir es un juego complicado: consiste básicamente en convencer al otro de que le conviene ser amado por él. Debe hacer de su amor un artículo valioso. Solo así se consiguen invertir los roles. Y vuelta a empezar. Loop. Aunque es también más fácil perder antes la cordura que la batalla del amor, así planteada…

En uno de los múltiple intentos en los que se empeñó para volver con su penúltimo ex, D terminó finalmente por darse por vencido. “Siento que tengo que ser libre. No quiero estar dependiendo otra vez”. Sé libre. Sé libre y vive feliz junto a tus miedos y depredadores, se despidió D, habiendo perdido por completo la contienda de hacerse amar. A Andreas ya no le convenía seguir siendo amado por D. Su capacidad de seducción se había esfumado. La admiración también. D había pasado de ser un artículo valioso a una cosa inservible.

La versión edulcorada

Hay tantas versiones del concepto del amor como personas que quieran establecerlas y seguirlas. No solo los filósofos tienen autoridad para determinar por encima del bien y del mal —o incluso el bien y el mal—, aunque con mucha frecuencia echemos mano de ellos. Para Platón, el amor es energía; para Spinoza, carencia. Sin embargo, la idea del amor que prima en Berlín se asemeja más a la Dialéctica de Hegel, o a la versión existencialista de Sartre antes esbozada, que a las teorías edulcoradas propuestas por Erich Fromm, en las que aquí muchas veces nos hemos apoyado en plan naíf.

Sencillamente, no se puede ir por la vida esperando que el mundo te trate bien solo porque eres una persona sensible y honesta. La vida casi siempre es injusta, pero nos ofrece posibilidades y compensaciones. “Cuando nos sucede algo malo, nos sentimos castigados por el destino. Podemos llegar a pensar que todo el mundo ahí fuera es feliz y está sano, y que solo nosotros sufrimos (…), pero nada más lejos de la realidad”.

Thync App: controla tu estado de ánimo durante sesenta minutos

Ahora que el mundo físico está entrelazado con el mundo virtual, navegamos a una velocidad escandalosa. Abunda la información, de fácil acceso, que minuto a minuto se multiplica, pero nadie tiene tiempo. Las decisiones deben ser tomadas sin que se pueda consultar la información. Tinder: like o dislike. Facebook: like. Tal vez la intuición y la emoción deban ahora asistirnos en la toma de decisiones, que antes quedaba reservaba exclusivamente a la razón. Pero curiosamente ahora también las emociones, lo más genuino que hay de nosotros en nosotros, escapan a nuestro control.

¿Se puede controlar el ánimo con un dispositivo electrónico? Ingenieros y neurólogos de las universidades de Harvard y Standford han creado Thync, un dispositivo que, a través de pequeñas descargas eléctricas, estimula los nervios del cerebro y puede cambiar el estado de ánimo de una persona en pocos minutos. Además, se controla mediante una aplicación para smartphone, cómo no. Este dispositivo, que combina ciencia y tecnología, y que logra modificar la actividad neuronal, se ha propuesto desbancar a psiquiatras, psicólogos, terapias, Prozac, sucedáneos y drogas.

Porque nadie quiere sentir lo verdadero. Las apps de ligoteo han perdido para G (hombre heterosexual residente en Berlín) en los últimos tiempos gran parte de su contradictorio atractivo. Matches en Tinder que no terminan de germinar en una conversación online y mucho menos materializarse en un encuentro en tres dimensiones. Dado que su personalidad es de tipo adictivo, ahora busca suplir aquel leve enganche con otra adicción; invertir 299 dólares en la compra de Thync. Con ella puede elegir entre sentirse relajado, con mucha energía, feliz o concentrado, en tan solo cinco minutos. Los efectos del dispositivo duran de treinta minutos a una hora. Otra app para mejorar o camuflar nuestro estilo de vida.

Amor fati

Como expuso Nietzsche en La gaya ciencia, P también quiere aprender mejor cada día a ver como belleza lo necesario de las cosas. Sin necesidades de apps. A partir de todas las decisiones que tomamos y descartamos, nos construimos nuestro destino. Todo cuanto sucede en la vida es positivo, incluido el sufrimiento y la pérdida. Formamos parte del proceso en el que el destino llega a su objetivo final. Aceptar y amar la vida y afirmarla en todas sus circunstancias. Amar al destino. Amor fati. Como el Un, dos, tres, la vida también es un juego en el que a veces se gana y otras se pierde. Mientras… P vuela a Brasil, F va camino de Wolfsburg y M (mujer heterosexual residente en Berlín) vuela a París. Vuelan. Con su fotonovela.

Continuará…

¿Te perdiste la última entrega de “amor, sexo, soledad y ‘apps’ en Berlín”? No importa, ¡pincha aquí!

Daniel Zimmermann para BA © agosto 2015
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